问答题
El conflicto chileno-mapuche
Carlos Pe?a
La diversidad cultural y étnica es uno de los fenómenos más notorios de hoy. De acuerdo a estimaciones recientes, ciento ochenta y cuatro países independientes del Globo poseen unos seiscientos grupos lingüísticos y más de cinco mil
étnicos (1)
.
Son pocos los países donde los ciudadanos hablan una sola lengua y reconocen
su (2)
origen en un mismo grupo étnico.
La lenta delicuescencia (瓦解) de las fronteras, la expansión del mercado y la homogeneidad técnica—en una palabra, la globalización—han estimulado
la reaparición de las identidades culturales que apenas ayer parecían ahogadas (3)
.
(A)
Así, la etnicidad irrumpe de pronto en la política. Es cosa de recordar Chiapas, Bosnia, la ex Unión Soviética, el país vasco, Catalu
?
a, los maoríes (毛利人).
En Chile, el fenómeno posee un ritmo creciente. Desde 1989 —cuando se recuperó la democracia—, mapuches, atacame
?
os o aimaras reivindican para sí un lugar en el Estado, solicitando que se proteja su lengua materna, se reparen las injusticias de que
fueron (4)
objeto
y que se les permita irrumpir en la escena pública
.
(B)
Durante su legislatura, el gobierno de Aylwin promovió una activa política de atender las reclamaciones de
esos grupos (5)
. Se realizó una reforma constitucional que consagraba el reconocimiento de los pueblos originarios y se creó el Fondo Nacional de Desarrollo Indígena. También se entregaron 122.141 hectáreas de tierras a las comunidades indígenas.
El gobierno de Ricardo Lagos, a su turno, creó la Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato.
ésta (6)
sugirió un conjunto de medidas, como el reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas; la autonomía para la gestión territorial; o la preservación de
sus (7)
bienes culturales.
Es decir, esa Comisión recomendó más o menos lo mismo que hoy día reivindican y reclaman los mapuches.
Pero nada de eso llegó a término
.
(C)
?
Por qué?
La razón es obvia: el principal obstáculo que enfrenta
este conflicto (8)
es de índole cultural.
Mientras
los grupos indígenas ven en él una oposición entre dos comunidades culturales equivalentes
(D)
(la chilena y la mapuche), el Estado de Chile, en cambio, ve a
un grupo (9)
que desobedece la ley y que no tiene la condición de igual.
Lo que esa asimetría (不对称) revela es uno de los aspectos menos comprendidos de este problema: los mapuches han adquirido una conciencia de
sí (10)
que no encuentra reconocimiento.
Es propio de cada ser humano y de cada cultura que el valor que se autoatribuye sea validado por otra conciencia.
(E)
Hegel pensó que la historia humana podía explicarse como una lucha por obtener ese reconocimiento, como un esfuerzo sostenido para que el valor de cada uno fuese endosado (背书) por la conciencia de
algún otro (11)
.
Los mapuches no quieren ser tratados como proletarios necesitados de ayuda, menos aún como marginales. Ellos se ven como miembros de una cultura valiosa, distinta e igual en
su (12)
valor a la que cultivan los inmigrantes o a la que es
mayoritaria (13)
en la sociedad chilena. Y anhelan que
eso (14)
se exprese en el trato que se les brinda en la esfera de la institucionalidad y en el espacio público.
Y no
ocurre (15)
.
é
se es entonces un primer obstáculo: la falta de reconocimiento. Pero hay todavía
otro (16)
de índole más política.
Ocurre que buena parte de nuestra élite cree en el relato que la historiografía conservadora nos legó acerca de la Nación. Para ese relato, Chile es una unidad cultural y étnicamente homogénea que hunde
sus (17)
raíces en lo más profundo de los tiempos. En una palabra,
la identidad de Chile
—lo que se llamó a veces la "raza chilena"—
se constituiría por la supresión de lo indíigena.
(F)
En medio de ese panorama ideológico, los reclamos de los mapuches o aimaras son vistos como un reclamo subversivo que
comprometería (18)
nuestra seguridad y existencia. Hay, por supuesto, algo de paranoia (偏执) nacionalista en
estos temores (19)
que
ven en simples reclamos de autonomía grupal, intentos de secesión (分裂)
;
(G)
en la afirmación de la identidad indígena, la negación de la chilenidad; en los reclamos de reparación por las usurpaciones (掠夺) del siglo XIX, atentados contra la institución de la propiedad.
Como
muestra (20)
la historia de estos veinte a
?
os, la salida de este conflicto no se reduce a puras políticas de bienestar. En cambio, se requieren medidas de justicia tendientes a corregir las desventajas históricas de esos grupos y el fraude de que a veces fueron
víctimas (21)
; la concesión de derechos políticos, lingüísticos y culturales, para proteger la cultura que el
Estado (22)
intentó asimilar durante dos siglos, y una amplia gama de prácticas de reconocimiento que permita que su cultura aparezca dotada de dignidad, y no como una excrecencia (遗留物) de siglos que ya
pasaron (23)
.
Y en tanto se adoptan esas medidas, se podría hablar de conflicto chileno-mapuche. Es una manera de reconocer la índole recíproca de
l problema (24)
.
No es malo como primer paso.
(Adaptación del artículo del mismo título publicado en El Mercurio,
Chile, 26 de septiembre de 2010)