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Prólogo del diccionario Clave

POR GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Tenía cinco años cuando mi abuelo el coronel me llevó a conocer los animales de un circo que estaba de paso en Aracataca. El que más me llamó la atención fue una especie de caballo maltrecho y desolado con una expresión de madre espantosa. «Es un camello(双峰驼)», me dijo el abuelo. Alguien que estaba cerca le salió al paso. «Perdón, coronel –le dijo–. Es un dromedario(单峰驼)». 26__________. Pero lo superó con una pregunta digna:

–¿Cuál es la diferencia?

–No la sé –le dijo el otro–, pero este es un dromedario.

Aquella tarde del circo volvió abatido a la casa y me llevó a su sobria oficina con un solo libro enorme. Lo consultó con una atención infantil y entonces supimos para siempre la diferencia entre un dromedario y un camello.

Era el diccionario de la lengua, sabe Dios cuál y de cuándo, muy viejo y ya a punto de desencuadernarse(书、本散开). Tenía en el lomo un Atlas colosal, en cuyos hombros se asentaba la bóveda(穹顶)del universo. 27__________. Yo no sabía leer ni escribir, pero la noche en que conocí el diccionario se me despertó talcuriosidad por las palabras, que aprendí a leer más pronto de lo previsto. Así fue mi primer contacto con el que había de ser el libro fundamental en mi destino de escritor.

28__________. Nunca lo vi como un libro de estudio, gordo y sabio, sino como un juguete para toda la vida. Sobre todo desde que se me ocurrió buscar la palabra amarillo, que estaba descrita de este modo simple: del color del limón. Quedé en las tinieblas, pues en las Américas el limón es de color verde. Solo a los veintitantos años, cuando fui a Europa, descubrí que allí, en efecto, los limones son amarillos. María Moliner hizo en 1976 la precisión implícita de que el color amarillo no es el de todo el limón sino solo el de su cáscara. Pero todos los diccionarios juntos, por supuesto, no le daban a los tobillos al más antiguo, compuesto en 1611 por don Sebastián de Covarrubias, que había ido más lejos que ninguno en propiedad e inspiración para identificar el amarillo: Entre las colores se tiene por la mas infelice, por ser la de la muerte y de la larga y peligrosa enfermedad, y la color de los enamorados.

29__________. Los sabores, los sonidos y los olores son los ejemplos más fáciles. ¿Cuántas veces hemos tomado un café que sabe a ventana, un pan que sabe a baúl, un arroz que sabe a solapa y una sopa que sabe a máquina de coser? Un amigo probó en un restaurante unos espléndidos riñones al jerez, y dijo, suspirando: «¡Sabe a mujer!». En un ardiente verano de Roma tomé un helado que no me dejó la menor duda: sabía a Mozart.

Para resolver estos problemas de la poesía, por supuesto, no existen diccionarios, pero deberían existir. Creo que doña María Moliner lo tuvo muy en cuenta cuando se hizo una promesa con muy pocos precedentes: escribir sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario de uso del español. En realidad, lo que esa mujer de fábula había emprendido era una carrera de velocidad y resistencia contra la vida. Es decir: una empresa infinita, porque las palabras no las hacen los académicos en las academias, sino la gente en la calle. Los autores de los diccionarios las capturan casi siempre demasiado tarde, las embalsaman por orden alfabético, y en muchos casos cuando ya no significan lo que pensaron sus inventores. 30__________. Y también, con un poco de suerte, los buenos escritores hasta los cien.

Fragmentos:

A. Esto quiere decir que los diccionarios tienen que sostener el mundo.

B. Este libro no solo lo sabe todo, sino que es el único que nunca se equivoca.

C. Lo que quería en el fondo era agarrar al vuelo todas las palabras desde que nacían.

D. Puedo imaginarme ahora cómo debió sentirse el abuelo de que alguien lo hubiera corregido en presencia del nieto.

E. Los diccionarios rupestres intentaban atrapar una dimensión de las palabras que era esencial para el buen escribir: su significado subjetivo.

F. El destino de los diccionarios podría ser menos efímero si se descubre a tiempo que no hay nada más útil y noble que ellos para que jueguen los niños desde los cinco años.

G. El abuelo no era un hombre culto, ni pretendía serlo, pues a los catorce años se había escapado de la clase para irse a tirar tiros en una de las incontables guerras civiles del Caribe, y nunca volvió a la escuela.

H. Un gran maestro de música ha dicho que no es humano imponer a nadie el castigo diario de los ejercicios de piano, sino que este debe tenerse en la casa para que los niños jueguen con él. Es lo que me sucedió con el diccionario de la lengua.

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