“Eres demasiado impulsivo. Has de aprender a controlarte…”. Cuando mi antiguo jefe me dijo esas palabras, lejos de reflexionar sobre ellas, lo que hice fue fantasear sobre cómo estrangularlo en el acto. Esto demuestra dos cosas: que, en efecto, soy impulsivo, y que aquella crítica no la estaba recibiendo nada bien. El punto álgido（顶点）de mi ira fue cuando añadió: “Te lo digo por tu bien…”.

No todos reaccionamos igual ante la crítica. La mayoría de nosotros la llevamos mal. Ante un comentario negativo, un 70% de la gente se sentirá herida. Un 20% la rechazará negándola. Tan sólo un 10% la interiorizará y decidirá si debe o no cambiar alguna conducta.

Tampoco todas las críticas producen el mismo efecto: si se trata de una observación, las posibilidades de que sea bien recibida aumentan. Si la crítica implica un juicio, sentará mal. En cualquier caso, el motivo de que nos afecte tanto no es otro que nuestra inseguridad. Cuanto menos seguros estemos internamente, más vulnerables seremos a la crítica.

La pregunta que nos formulamos es: ¿ayuda la crítica? Hay opiniones para todos los gustos. Desde sus acérrimos（非常坚定的）defensores, que la consideran la única forma posible de progreso, hasta los más firmes detractores, que le niegan bondad alguna. En mi opinión, cuando la crítica implica un juicio, no ayuda. Es que recibimos los juicios como un ataque, y ante un ataque, o huimos o contraatacamos. Cuando la crítica se limita a una observación, sí puede ayudar.

Se ha inventado un término que permite ser críticos teniendo una buena excusa: la “crítica constructiva”. He de decir que desde el punto de vista literal, el término “crítica constructiva” simplemente no existe. Las palabras “crítica” y “constructiva” son antagónicas. Las críticas, entendidas como tales, no construyen nada. Utilizamos el término “crítica constructiva” para nombrar a las “observaciones”, o sea, a las impresiones personales respecto a un hecho que realizo sin juicio alguno a la persona. Y las observaciones sí ayudan, y mucho.